Llegan más jabalíes a Europa por el cambio climático

Por Jason G. Goldman
Traducción de Esmeralda Osejo
Publicado originalmente el 19 de agosto de 2015 en Conservation This Week

Hay más jabalíes que nunca en Europa. Si bien puede parecer algo bueno desde una perspectiva conservacionista, el hecho no los tiene contentos a todos. Esto se debe a que los cerdos salvajes (Sus scrofa) tienen la costumbre de meterse a merodear en los campos agrícolas en busca de comida para encontrar un buffet en descomposición de cosas deliciosas con que alimentarse. Si los responsables del manejo de fauna silvestre quieren equipar a las granjas con métodos que eviten la pérdida de una gran cantidad de cosechas causada por los jabalíes, en primer lugar ayudaría saber por qué sus poblaciones están aumentando.
     Esa es la tarea asumida por los investigadores Sebastian G. Vetter, Thomas Ruf, Claudia Bieber, y Walter Arnold, de la Vienna’s University of Veterinary Medicine, quienes sospechan que el aumento tiene que ver con el cambio climático.
     Conforme el mundo cambia, algunas especies responden desplazando sus áreas de distribución geográficas, mudándose más al norte o al sur para encontrar hábitats más propicios, subiendo laderas o sumergiéndose en aguas más profundas. Pero la mayoría de estos estudios se centra en animales pequeños o migratorios, como pájaros y peces. No se sabe mucho acerca de la manera en la que los grandes mamíferos están preparados para enfrentar el cambio climático, ni si diferentes poblaciones en diferentes lugares responden de forma distinta.
     Los jabalíes están entre los mamíferos que tienen una mayor área de distribución en el mundo, con poblaciones que sobreviven en una amplia variedad de hábitats, de modo que existe la posibilidad de que diversos grupos estén mejor preparados que otros para el cambio climático. Los investigadores reunieron información sobre la caza de jabalíes en 12 países europeos, con datos climáticos por mes. A eso añadieron datos relacionados con la disponibilidad de comida, en términos tanto de agricultura como de plantas silvestres (como la haya) que los jabalíes consumen con frecuencia, e información de accidentes de tráfico relacionados con jabalíes.
     Primero, Vetter y su equipo tuvieron que asegurarse de que el conteo de caza fuera un método confiable para medir el tamaño de la población de jabalíes. Existía la posibilidad de que algunos jabalíes fueran más propensos a morir a manos de los cazadores, o de que de alguna manera ciertas poblaciones resultaran menos capaces de evadir los disparos, o de que algunas poblaciones humanas fueran mejores para la caza, entre otras cosas. Los datos de animales muertos en carreteras, por otra parte, son un poco más aleatorios y menos sujetos a mostrar diferencias individuales entre jabalíes. Dado que existe una fuerte correlación entre los accidentes de tráfico y las cacerías exitosas, tanto en tiempo como en espacio, la conclusión de los investigadores es que los cambios en la cantidad de cacerías exitosas año con año son una buena medida para estimar el tamaño de la población de jabalíes.
     En lo relativo a la información relacionada con el clima, Vetter descubrió que los inviernos severos eran seguidos por descensos en la población local, lo que cambió la tasa de mortandad principalmente en individuos jóvenes. Esto no quiere decir necesariamente que nazcan menos jabalíes, sino que los que nacen tienen mayores dificultades para sobrevivir el primer año. Así, el investigador llegó a la conclusión de que los inviernos cada vez más cálidos podrían ser los responsables del aumento de la población de jabalíes en Europa.
     Incluso un invierno riguroso de vez en cuando no es suficiente para hacer más lento el crecimiento de la población de jabalíes, ya que los años cálidos proveen la comida necesaria, como los frutos de hayas (hayucos) y bellotas, para que puedan usarla como reserva durante los meses más fríos del invierno. Esa comida extra, obtenida gracias a un número cada vez mayor de inviernos templados y primaveras adelantadas, proporciona a los individuos jóvenes la suficiente nutrición para sobrevivir el invierno, y a los adultos las reservas de energía necesarias para reproducirse una vez terminada la estación.
     La información sugiere también que el incremento en la producción agrícola no está relacionado con el aumento de las poblaciones de jabalíes. Por un lado, las cosechas sólo están disponibles por períodos breves a lo largo del año; por el otro, los investigadores no encontraron ninguna correlación entre el aumento en las poblaciones de jabalíes y la cantidad de cosechas de maíz y papas a su alcance. La cantidad de jabalíes está aumentando independientemente de su acceso a las tierras de cultivo, lo que probablemente no sirve para reconfortar a los granjeros que están perdiendo sus cosechas a causa de estos cerdos salvajes.
     Aunque los investigadores pudieron observar dinámicas de población similares aun en las partes más cálidas de Europa, donde los inviernos ya eran bastante templados, las distintas poblaciones aumentaron de diferentes maneras. Una población de jabalíes sólo aumenta si la temperatura promedio en invierno cruza cierto umbral. Esos umbrales son más altos en el sur, al ser más cálido, que en el norte, al ser más frío. Aunque los jabalíes se están multiplicando a lo largo del continente, lo están haciendo a diferentes ritmos.
     “Es probable que, en general, las especies generalistas y adaptables como los cerdos salvajes tengan mayores posibilidades de afrontar o incluso sacar provecho del cambio climático, comparadas con especies especialistas y menos adaptables”, escribe el equipo. Sin embargo, eso no significa que los efectos del cambio climático en una población se puedan extrapolar y aplicar a otra. Significa, en cualquier caso, que los granjeros tendrán que encontrar una manera de vivir en un mundo con más jabalíes.

Fuente: Vetter, Sebastian G., et al. “What Is a Mild Winter? Regional Differences in Within-Species Responses to Climate Change.” PLoS ONE 10.7 (2015): e0132178. DOI: 10.1371/journal.pone.0132178.
Colaboración con la revista Conservation de la Universidad de Washington, EUA.
Imagen de cabecera: Sebastian Vetter/Vetmeduni Vienna