Atrapados en una chimenea, los vencejos de Vaux revelan sus secretos

Por Jason G. Goldman
Traducción de Esmeralda Osejo
Publicado originalmente el 30 de octubre de 2015 en Conservation This Week

Para nosotros, las líneas de un mapa contienen por lo regular información útil y relevante. Usualmente indican las fronteras políticas: lugares en los que la responsabilidad y la administración de un paisaje y toda la vida en su interior cambia de manos de un gobierno a otro. Para los animales esas líneas bien podrían ser invisibles.
     Un ejemplo es la reinita de Kirtland, una pequeña ave cantora que estuvo al borde de la extinción hace unas décadas. Las reinitas se reproducen en Michigan pero pasan el invierno disfrutando del sol que brilla sobre las Bahamas, en las islas Turcas y Caicos. Si el invierno es muy seco, su regreso a Michigan se posterga, y cuando esto sucede la estación reproductiva se acorta, lo que quiere decir que son menos los polluelos que tienen la oportunidad de nacer y echar plumas ese año. El manejo intensivo en los Estados Unidos ha logrado frenar la extinción de la especie, pero la recuperación a largo plazo requerirá un compromiso activo con la especie también en las Bahamas. Si los esfuerzos por la conservación de las aves ignoran sus hábitats de invierno, aun los planes mejor desarrollados durante el verano no son más que un curita sobre un problema mucho más grande. Desde su punto de vista, las aves están haciendo lo que siempre han hecho, pero la prolongación de su supervivencia depende de la ayuda de dos gobiernos muy diferentes.
     Sin embargo, no siempre es tan fácil saber dónde pasan el invierno las aves cantoras. Esto se debe, en parte, a que estas aves son tan pequeñas y ligeras que no se les pueden colocar transmisores GPS. Ponerles anillos de plástico en las patas puede ser de utilidad, pero es necesario capturar a las aves dos veces para determinar sus movimientos. Como alternativa, los investigadores pueden tomar una pequeña muestra de tejido y buscar isótopos estables de hidrógeno, los cuales varían geográficamente. Dichos isótopos son como huellas digitales geográficas que les indican a los investigadores en qué lugar estaba el ave cuando desarrolló ese tejido. Esto significa que pueden capturar a un ave en Columbia Británica y el análisis químico de sus tejidos podría revelar en qué parte de México o Centroamérica pasó el invierno.
     Eso es exactamente lo que el biólogo Matthew W. Reudink de la Thompson Rives University se propuso lograr en el caso de los vencejos de Vaux. Estos vencejos de líneas cilíndricas, una especie poco numerosa que se agrupa en bandadas, se reproducen a lo largo del este de Norteamérica y migran en el invierno a los trópicos del sur de México y Centroamérica. Cuando hacen su recorrido migratorio, pasan las noches descansando en los huecos de los árboles o, con mayor frecuencia, en las chimeneas abandonadas de las zonas urbanas, usualmente en grupos de cientos o incluso miles.
     Aunque sus hábitats de verano e invierno son conocidos, los científicos todavía no saben si los grupos de vencejos abandonan juntos un hábitat específico de invierno, si migran o llegan a sus lugares de reproducción juntos, o si un sitio específico de reproducción es utilizado por aves que pasan el invierno en distintos lugares. Esta información es importante para los esfuerzos conservacionistas. Si hay una conectividad migratoria fuerte (es decir, si las aves permanecen juntas a lo largo del año), un caso de mortandad en masa en un lugar determinado puede afectar a la especie de manera desproporcionada. Por el contrario, si las aves tienen una conectividad migratoria más débil se encuentran más protegidas, por lo menos desde la perspectiva genética, de las aniquilaciones repentinas.
     Fue precisamente esta clase de aniquilaciones repentinas lo que les permitió a Reudink y sus colegas saber si los isótopos estables de hidrógeno guardados en sus tejidos indicaban que habían llegado juntas desde un solo lugar o si venían en distintas bandadas de migración de invierno.
     El 9 de mayo del 2012, alrededor de 1,350 vencejos de Vaux murieron sofocados después de haber quedado atrapados en uno de sus sitios de descanso en Cumberland, Columbia Británica, en la isla de Vancouver. En un instante, entre 1.5 y 2.7% de la población estimada de vencejos de Vaux simplemente desapareció. Los investigadores seleccionaron 98 individuos aleatoriamente para estudiarlos. Después de tomar las medidas de los cuerpos e identificar el sexo de cada individuo, cortaron dos milímetros de las garras del dedo central de las aves para realizar el análisis isotópico. Las garras crecen constantemente, lo que significa que se pueden utilizar como una especie de línea de tiempo para calcular los viajes recientes de un ave. Las puntas de las garras proporcionaron a los investigadores información acerca de los movimientos de los vencejos durante las últimas semanas e incluso meses antes de su muerte.
     En lugar de preguntarse de dónde venían estos vencejos (lo cual era muy complicado), los investigadores decidieron preguntarse si los isótopos estables eran lo suficientemente similares como para indicar que venían del mismo lugar. Encontraron evidencia de que los vencejos de la isla de Vancouver habían llegado juntos desde dos o posiblemente tres sitios de invernada. El contenido químico de sus garras sugería que un grupo venía de un hábitat de invierno más cálido y seco que otro. Sin embargo, dos o tres lugares no representan la variación necesaria para amortiguar las consecuencias de los casos de mortandad en masa. En todo caso, se requiere más investigación para verificar los descubrimientos, sobre todo en los lugares en los que pasan el invierno. Es posible, por ejemplo, que las diferencias isotópicas entre los pájaros reflejen sus costumbres alimenticias en lugar de su procedencia geográfica, aunque lo más seguro es que éstas costumbres sean distintas, precisamente, debido a las diferencias geográficas.
     Los vencejos de Vaux están desapareciendo, al igual que muchas otras aves semejantes. A causa de sus inusuales hábitos de parada transitoria (al seleccionar chimeneas abandonadas o en desuso) son especialmente susceptibles a las aniquilaciones repentinas y masivas. Cada día se vuelve más necesario identificar la forma en la que migran de sus lugares de invernada a los sitios de verano en las que se reproducen y combinar esto con el estudio de las consecuencias del cambio climático y de la pérdida de sus hábitats, para encontrar la mejor manera de protegerlos a lo largo del año.

Fuente: Matthew W. Reudink et al. (2015). “Patterns of migratory connectivity in Vaux’s Swifts at a northern migratory roost: A multi-isotope approach”. The Condor: Ornithological Applications 117, 670-682. DOI: 10.1650/CONDOR-15-82.1
Colaboración con la revista Conservation de la Universidad de Washington, EUA.
Imagen de cabecera: Vaux’s Swifts outside a roost chimney via J. Garner/utilizada con permiso del autor.