¿El turismo global podrá ser sostenible algún día?

Por Jason G. Goldman
Traducción de Esmeralda Osejo
Publicado originalmente el 2 de diciembre de 2015 en Conservation This Week

Muchas de las consecuencias asociadas con el cambio climático son considerablemente graves. Este es sólo un ejemplo: en 2014, el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático, por sus siglas en inglés) predijo que, si las tendencias actuales del calentamiento continúan así, hacia el fin del siglo la superficie del planeta va a ser alrededor de 2.6-4.8 °C más caliente de lo que lo era al inicio. Ese aumento de 4 °C, dicen, “resultaría en la transformación física y económica de grandes zonas costeras y otras áreas de tierra; en una gran cantidad de especies en peligro de extinción y de ecosistemas significativamente alterados; en escasez de agua y comida; en el desplazamiento de millones de personas y en considerables pérdidas económicas”.
     De modo que el dilema más importante al que nos enfrentamos es a cómo frenar o revertir las tendencias del calentamiento. Una de las industrias señaladas por el IPCC es el turismo. El crecimiento en el turismo será insostenible ante el panorama del cambio climático; sin embargo, son pocas las probabilidades de que la gente deje de salir de vacaciones. Pero ¿qué tal si hubiera una forma de salir de vacaciones y ayudar a resolver el problema al mismo tiempo? De acuerdo con nuevos estudios, aplicar un impuesto de 11 dólares a cada viaje podría ser la solución.
     El turismo global depende casi por completo de combustibles fósiles que se queman en los motores de aviones, automóviles, barcos, autobuses y trenes. Un tercio de la energía utilizada por los turistas es la que se gasta durante el hospedaje temporal; en hoteles y demás. En el 2005, los investigadores calcularon que el turismo representa aproximadamente 5% de emisiones anuales de gases antropogénicos de efecto invernadero. Una evaluación hecha en el 2009 estimó que los cruceros por sí solos son responsables de 1.5% de las emisiones del turismo global. Para 2035, las emisiones de CO2 relacionadas con el turismo podrían incrementarse en un 135% por encima de los niveles del 2005. Todo esto a pesar de los objetivos globales de reducir las emisiones en un 40-70% para 2050.
     Una estrategia posible, a pesar de ser controversial y no abarcar todo el problema, es la compensación de carbono. Esto es, permitir que la industria del turismo compre emisiones de carbono que solamente se distribuyen entre las industrias que consiguen reducir sus propias emisiones. De hecho, el investigador Daniel Scott, de la Universidad de Waterloo, dice en el Journal of Sustainable Tourism que “algunos actores políticos consideran los programas de compensación de carbono como un elemento sustancial y provechoso de cualquier regulación y solución política para el cambio climático, de la misma manera que lo son los estándares de eficiencia y el conteo de carbono”. En otras palabras, no es una solución completa pero puede ser parte de una estrategia más amplia.
     Para conjeturar cómo el sector turismo podría compensar sus propias emisiones, Scott y sus colegas calcularon tanto la trayectoria de emisiones proyectada como dos objetivos distintos de reducción de emisiones para 2030 y 2050.
     Descubrieron que 70 mil millones de dólares compensarían la brecha entre las emisiones de carbono y los objetivos de reducción de carbono para 2030. Si esa cantidad se distribuyera equitativamente entre los 6.6 mil millones de personas que se estima que viajarán localmente y al extranjero para 2030, el costo sería de únicamente 11 dólares por viaje por cada viajero. Eso lograría el objetivo de reducción 50% de emisiones. Si, en lugar de eso, los costos se distribuyeran equitativamente sólo entre los 1.8 mil millones de viajes internacionales proyectados para el 2030, entonces cada viajero pagaría 38 dólares. “En otras palabras”, escriben los investigadores, “el costo para crear un sector turismo sostenible y compatible con las políticas globales del clima es equivalente a muchos cargos e impuestos al turismo que ya existen”.
     Esto es más un remedio temporal que una solución sostenible y a largo plazo, y Scott lo reconoce. El primer asunto que queda por resolver es cómo solucionar el problema de la brecha en las emisiones más allá del 2030 o 2050. Si se invierte en la disminución; es decir, en tecnologías ecológicas que tengan la capacidad de abastecer a la industria, tal vez para el 2050 la industria podría estar preparada para volverse más amigable con el ambiente en general. Un segundo riesgo al seguir una política centrada en la compensación es que las políticas climáticas cambian y se prevé que se vuelvan más estrictas, lo cual tendría como consecuencia un agrandamiento en la brecha entre las emisiones y los objetivos, o volvería las compensaciones de carbono más caras, así como potencialmente insostenibles. Por último, depender solamente de la compensación podría ocasionar que la industria del turismo se cree una imagen de descuido en cuestiones ambientales; una reputación que no les resultaría conveniente, con clientes que gastan su dinero de manera cada vez más inteligente.
     A pesar de estas limitaciones, Scott subraya el hecho de que este es “el primer [estudio] que explora los costos potenciales asociados con un sector turismo en proceso de transformación para volverse compatible con la economía “descarbonizada” de mediados del siglo XXI”, y que, por supuesto, se necesita hacer más trabajo de investigación.
     Aun así, él y sus colegas proponen que el sector turismo desarrolle un protocolo para medir y reportar las emisiones. Este es un primer paso necesario para poder lograr su segunda recomendación: que se elabore un plan a largo plazo para cambiar la manera en que la industria lleva a cabo sus negocios. “Los investigadores y líderes de negocios cada vez más ven como un incumplimiento de las responsabilidades fiduciarias el no tener una estrategia de administración del carbono”, advierten.
     El turismo promete enormes beneficios para la gente. Hace que el mundo se sienta más pequeño y sus habitantes más conectados, y que las fronteras políticas parezcan arbitrarias. Pero estos beneficios no se van a obtener si la industria misma es incapaz de adaptarse a las necesidades de un mundo cambiante, en proceso de calentamiento.

Fuente: Daniel Scott, Stefan Go?ssling, C. Michael Hall & Paul Peeters (2016) "Can tourism be part of the decarbonized global economy? The costs and risks of alternate carbon reduction policy pathways". Journal of Sustainable Tourism, 24 (1) 52-72. DOI: 10.1080/09669582.2015.1107080.
Colaboración con la revista Conservation de la Universidad de Washington, EUA.
Imagen: shutterstock.com