¿Una revolución en la atención médica… para la vida silvestre?

Brandon Keim
Traducción de: Michel Martínez
Publicado originalmente el 30 de noviembre de 2016 en Anthropocene Daily Science

Los primeros casos de fibropapilomatosis, una forma debilitadora de cáncer que se encontró en las tortugas marinas, se identificó cerca de la costa de Florida a finales de 1930. La enfermedad permaneció ahí por décadas; sin embargo, en años recientes, se propagó a todos los grandes océanos, poniendo en peligro poblaciones y aumentando la pesadilla con la posibilidad de convertirse en una epidemia de cáncer entre las tortugas marinas.
         ¿Pero qué pasaría si las técnicas de última generación desarrolladas para luchar contra el cáncer en humanos se emplearan también para ayudar a los animales?
         Científicos liderados por el biólogo David Duffy de la Universidad de Florida proponen la posibilidad de una “medicina específica para la vida silvestre” en un nuevo artículo de Global Change Biology, con un enfoque que contribuiría a las innovaciones para el tratamiento de enfermedades en los humanos. Los investigadores argumentan que la combinación de técnicas médicas modernas con esfuerzos de conservación tradicionales “serán esenciales para combatir la disminución de esta especie”.
         Tal como Duffy y sus colegas biólogos Jenny Whilde y Mark Martindale describen, los progresos en la biología médica, no solamente la habilidad de secuenciar los genes con rapidez, sino también de trazar caminos en las ciencias biológicas y comprender los mecanismos de las patologías, están revolucionando aspectos en la salud humana. Explican que “nuestra respuesta a los brotes de virus nunca había sido tan rápida”, como se ha visto con el desarrollo de diagnósticos para las vacunas del Ébola y el Zika. Algunos cánceres se tratan con fármacos hechos específicamente para responder a sus perfiles de mutación; condiciones que desafiaron las explicaciones dadas.
         A la vez, los brotes en la fauna silvestre se han vuelto más problemáticos que antes. Está claro que, las enfermedades son naturales, incluso parte integral de la dinámica ecológica a través del tiempo, y en un mundo ideal dejaríamos que la naturaleza hiciera el trabajo del médico. Pero el mundo no es ideal. Nuestras actividades parecen haber acelerado la aparición y la propagación de las enfermedades en la fauna silvestre. No es de extrañarse que las poblaciones fragmentadas, que viven en hábitats menguados y amenazados por los humanos, sean vulnerables a enfermedades. Si hay una receta médica, ahora es tiempo de prescribirla.
         El equipo de Duffy propone que “la preservación de las especies puede mejorarse mediante la utilización de técnicas específicas de medicina”. Ponen de ejemplo la fibropapilomatosis, que ahora se trata con tiempo, y una laboriosa cirugía. Por medio de obtener el perfil característico de cada tumor, los científicos ahora han descubierto fármacos que podrían atacarlos. El cáncer es un problema para las ballenas beluga en el estuario de St. Laurence en Canadá y también para los demonios de Tasmania en Australia, y puede abordarse de la misma manera. A los gorilas occidentales vulnerables al Ébola, podría dárseles la vacuna. Los anfibios amenazados por la quitridiomicosis, una enfermedad provocada por un hongo patógeno de la piel, podrían beneficiarse con los tratamientos bacterianos que mejoran su resistencia.
         Desde luego, aún quedan preguntas científicas. Una vez que se respondan, lo siguiente será pensar en las cuestiones éticas. En un sentido más amplio, algunas personas podrían preocuparse debido a que la medicina específica para la vida silvestre sólo se centra en el tratamiento de los síntomas, mientras que elude los problemas fundamentales que ocasionan la enfermedad. Por ejemplo, la fibropapilomatosis ocurre de forma natural, pero al parecer se ha exacerbado por la contaminación y el aumento de las temperaturas oceánicas. Ningún medicamento puede arreglar eso, y si el tratamiento de algunas pocas tortugas expía nuestra responsabilidad para dejar de contaminar, cualquier cura sería un placebo para la conservación.
         De forma similar, el cáncer en las ballenas beluga es provocado por toxinas que propagan los humanos. El equipo de Duffy reconoce que aunque “sería preferible” no dejar en lo absoluto que las toxinas “entren en el medio ambiente; el hecho es que la responsabilidad recae en los humanos, ya sea para promulgar legislaciones de protección al medio ambiente o bien desarrollar tratamientos para las especies que afecta ese tipo de contaminación”. Mientras se espera a que se atiendan las causas del origen, se podrían atender las patologías que están a nuestro alcance.
         Incluso esto podría parecer frívolo para algunas personas. Después de todo, hay muchos humanos que carecen de asistencia sanitaria básica, ya no se diga del acceso a los frutos de una revolución en la medicina específica. Pero eso no elimina nuestras responsabilidades y la compasión rara vez es un juego que sume cero. Es muy probable, explica el equipo de Duffy, que las lecciones que se aprenden al estudiar y curar las enfermedades de la vida silvestre puedan aplicarse a la salud humana con el tiempo. Así que cuidar a la Madre Naturaleza puede traernos beneficios también a nosotros.

Fuente

Whilde et al. Precision wildlife medicine: applications of the human-centred precision medicine revolution to species conservation. Global Change Biology, 2016. DOI: 10.1111/gcb.13548

Versión en inglés: A health care revolution… for wildlife?

Colaboración con la revista Anthropocene de Future Earth, EUA.

Imagen: ncsunewsdept