Por: Carles Vilá
Es bien conocido que el tamaño del cerebro está asociado con una capacidad de
supervivencia en ambientes cambiantes. Así, por ejemplo, aves que colonizan
ambientes urbanos tienden a tener cerebros relativamente más grandes. También
el mayor cerebro se relaciona con una mayor capacidad de innovación y
flexibilidad de comportamientos, lo que les permite enfrentarse a nuevos
desafíos. Esto puede sugerir que las perturbaciones ambientales que los
humanos estamos induciendo a nivel global durante las últimas décadas,
incluyendo el calentamiento global, afectarían mas a especies de menor tamaño
de cerebro relativo comparado con las de mayor tamaño de cerebro relativo. Sin
embargo, esto no es así.
En un estudio publicado en la revista Evolution, cuyo primer autor es el
Dr. Alejandro González Voyer
del Laboratorio de Conducta Animal del Instituto de Ecología de la UNAM, en
colaboración con la
Universidad de Reading en Inglaterra
y la
Estación Biológica de Doñana de España, se analiza la relación entre el tamaño del cerebro de un gran número de
mamíferos con su grado de amenaza según la UICN (Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza). Por supuesto, animales más grandes tienen
cerebros más grandes, pero al estudiar el tamaño del cerebro en relación al
tamaño corporal, los investigadores observaron que se encuentra una relación
contraria a lo que sugerían estudios previos: un mayor tamaño relativo del
cerebro está asociado con un mayor riesgo de extinción.
La relación entre el tamaño del cerebro y el grado de amenaza no es directa.
No es que animales con mayor cerebro sean más perseguidos o respondan peor a
los cambios ambientales. Lo que sucede es que el cerebro es un órgano “caro”
de mantener. En humanos, el cerebro representa alrededor del 2% de la masa
corporal, pero consume 20% de su energía. El mayor tamaño del cerebro lleva a
costes adicionales que impactan muchas características de la historia de vida
de las especies y dilatan su desarrollo: tienen un periodo de gestación más
largo, se retrasa el destete (y, por tanto, se aumenta el periodo de
dependencia de la madre) y las camadas son menos numerosas. Todo esto hace que
sus requerimientos energéticos sean más difíciles de satisfacer y que su
capacidad de respuesta ante cambios ambientales y demográficos sea limitada.
Para verificar los patrones observados los investigadores repitieron los
análisis para los grupos para los que se disponía de mayor cantidad de
información: carnívoros, artiodáctilos y primates, y el patrón observado era
prácticamente el mismo en todos los casos.
Estos resultados sugieren que en las condiciones actuales, las restricciones
impuestas por el tamaño del cerebro son mayores que sus beneficios
potenciales. Así, las actividades humanas pueden estar cambiando las fuerzas
selectivas que durante millones de años han estado llevando a una tendencia a
incrementar el tamaño del cerebro.
Fuente
Gonzalez-Voyer, A., M. González-Suárez, C. Vilá y E. Revilla. (2016). Larger brain size indirectly increases vulnerability to
extinction in mammals. Evolution. . Doi:
https://doi.org/10.1111/evo.12943